Este artículo fue originalmente escrito por Shannon Seibert para Elite Daily.
Pero yo lo recibi hoy, que me lo envio una amiga y me senti identificada, ya que desde mi ultima publicacion de hace dos dias, las cosas han temblado mucho.
Recientemente he llegado a un acuerdo sobre lo que se siente ser la chica con la que él no está en una relación.
He conocido a muchos chicos que simplemente no se ven estando conmigo seriamente, pero que sí se sienten lo suficientemente cómodos como para querer verme desnuda. Luego, después de matar tiempo juntos por algunos meses, resultan en una relación con otra mujer y yo vuelvo a mi relación con abundantes cantidades de helado. Hasta ahora, yo no entendía la lógica detrás de la cuestión hasta que se me ocurrió un día: Yo soy la chica de entre medio. Por definición, soy la mujer con la que los hombres están entre medio de sus relaciones serias. Acuden a mí en puntos de gran vulnerabilidad en sus vidas sin realmente darse cuenta. Soy una llenadora de espacios vacíos y un lugar seguro a donde ir porque soy consistente y eso es lo que ellos necesitan.
He escuchado todo tipo de nombres: rebote (por despecho), andante, amigos con beneficios, pero ninguno de ellos parece encajar. Siento que ninguno cuadra con la forma en que me siento. Él me toca, me abraza, me besa, pero no te preocupes… sólo somos amigos. Dice que no quiere una relación, pero actúa como si fuera mi novio. Simplemente no entiendo. Sé que significamos el uno para el otro mucho más que unos cuantos encuentros ocasionales aquí y allá; hay intimidad. Hablamos sobre el futuro y compartimos nuestros secretos. No lo considero para nada algo casual. Por lo general empieza como algo inocente. Nos damos cuenta de que será una cosa de una sola vez, sobre todo teniendo en cuenta que acaba de salir de una relación. Luego, las cosas van más allá de lo que podemos controlar. Oficialmente hemos ingresado al área gris.
Esa es la parte donde empiezo a esperar a que me escriba. A pesar de que descaradamente me ha dicho que no está buscando una relación, todavía me aferro a una pizca de esperanza de que vaya a cambiar de parecer. Cuando le pregunto por qué está distante, me dice: “Quiero tomarme las cosas con calma porque me asusta lo mucho que ya me gustas”. Esto me emociona porque creo que me estoy ganando un terreno en su corazón. Pero la agonía constante continúa. No somos honestos entre nosotros porque tenemos miedo de decir cosas que no nos gustan cómo suenan. “No quiero una novia pero quiero acostarme contigo” no suena muy bonito. Por otra parte, esto tampoco: “Estoy haciendo el amor contigo porque espero que te enamores de mí”. Así que, siempre sigo la corriente. Permito que se jueguen los juegos, porque al final del día, me siento sola.
Naturalmente, siempre presiono para algo más y me toca lidiar con el discurso de “me cuesta comprometerme con alguien” que concluye en: “¿de verdad tenemos que definir esto?” para luego mentir diciendo que no, porque no quiero que se vaya. Luego, un día simplemente se va y se esfuma en el aire. Semanas más tarde, aparece en las redes sociales, sonriendo de oreja a oreja con su nueva novia agarrada del brazo.
Normalmente, paso cada segundo de mi tiempo libre estudiando detenidamente nuestros mensajes, preguntándome qué podría haberle dicho para hacer que se quedara. Sentiré como si fuera mi culpa el que él haya elegido no estar conmigo. No sé si éramos amigos, más que amigos o simplemente dos extraños que compartían una cama. Me enojo por un rato, y me pregunto,
“¿Todo esto fue divertido para él?¿Acaso no era lo suficientemente buena para él?”
Me comparo con ella. Me pregunto lo que ve en ella que no pudo ver en mí. Al final del día, me sé su vida por dentro y por fuera. Le ofrecí el mundo, mi mundo, pero eso no fue suficiente para él. Yo no fui suficiente. Vamos a tener un encuentro incómodo y me voy a sentir mareada en tierra firme porque tengo que enfrentar la realidad de que sólo soy la chica de entre medio. Entonces, él me dará una razón a medias por haberse ido, dejando caer la inevitable bomba de: “No eres tú, soy yo”. Y tiene razón. No soy yo. Realmente es él.
Nosotras las mujeres de entre medio tenemos que entender que no hicimos nada malo. Así que, ¿por qué siempre somos nosotras las que nos sentimos mal cuando todo se va al infierno? Nunca les pedimos que nos abrazaran por detrás mientras comprábamos juntos en el supermercado. Tampoco pedimos esos besos en la frente ni que nos tomaran la mano en público. No quisimos creer en los “algún día” ni en los “vamos a ver” que nos susurraron en medio de la oscuridad. Pero, ¿qué clase de persona le daría falsas esperanzas a alguien sólo para dormir con ella?… Oh, espera. Seguimos siendo las mujeres de la mitad, perseguidas por los “qué pasaría si…” y los futuros que nunca resultan, y estamos de acuerdo con todo eso.
Porque algún día, vamos a ser la primera y única opción de alguien.
Gran texto, si señor. Que gran verdad.