No necesitas corona que señale tu trono, de hecho no necesitas un trono. Ni príncipes, ni perdices, ni tampoco tienes porque irte a casa a las doce perdiendo un zapato. No debes temer al lobo y puedes morder la manzana las veces que te dé la gana, que para eso está. Puedes o no llevar tacones, vestido, que sea más largo o más corto. Trasnochar y dormirte sin la necesidad de que un beso te despierte. La felicidad nunca dependió de eso: los cuentos han cambiado, princesa.
Mery turiel
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