viernes, 5 de enero de 2018

Ultimatum

Que no entiendo por qué cuando yo he ido y he vuelto cinco veces tú sigues ahí parado pensando qué camino coger. Y en lugar de avanzar, vamos para atrás. Como los cangrejos. No lo entiendo o no quiero entenderlo. Que quizá es eso, que no hay nada que entender. No eres la persona que esperaba que fueses y punto. Y ya está. Que quizá te asigné el papel equivocado en el teatro de mi vida y tenga que recolocar a los personajes, el escenario incluso el tiempo. Porque también quizá sea eso. No era el momento.
Y tal vez cuando alguien decida echarme un sprint para acabar ganando una carrera de fondo. Cuando alguien me adelante por la izquierda o mejor aún, por la derecha. A lo temerario. A lo “Living la vida loca”. Sin miedo. Sin dudas. Sin indecisiones. Será cuando merezca la pena que pise el acelerador. Que con los pies en la Tierra, (eso siempre, por si a caso) suba la Luna y que sin embargo me dé cuenta, que dicha persona está esperándome en Marte. Mesa para dos. Cena de marcianos. De extraterrestres. De seres que deciden quedarse aquí y allá. Desde el principio. Que se lanzan al espacio solos, pero vuelven juntos y de la mano. Que quizá es eso. Que somos raros. Que las personas que buscamos eso, somos seres verdes con antenas y viajamos en naves espaciales. Y sin embargo yo me veo bastante normal. No creo que pida tanto. Y por eso, porque ha resultado ser, o mejor dicho, no ser, mi extraña persona verdadera. Porque ahora sé que valorarse es entender que si te van a querer a ratos, es mejor que no te quieran. Porque fue bonito mientras duró. Mientras soñé contigo. Mientras hicimos el amor y eso que yo que solía pensar que era él quien nos hacía a nosotros… Pero no, ya veo que finalmente no fue así. Por eso, decido poner fin a este descontrol de citas quincenales.


De: Vuelo a ninguna parte

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